martes, 11 de octubre de 2011

Tormenta



Tormenta.
Llegar a casa y sentir el eco del llavero
Cuando sollozan los colmillos fríos de acero.

La vetusta puerta grita e interrumpe la calma;
Los goznes se caen de la rima consonante.
Al fondo, el led del teléfono se pierde en su alma;
Madre cree que unos minutos no son bastante.

Y sobre el fregadero, el fracaso de la cena
Con que quise enamorar a otra pobre sirena.

Las escaleras descansan de las sucias huellas
Y las cañerías inician su fecal ritual.
En el cielo hace horas que juegan las estrellas,
Desde el balcón la triste luna me parece igual.

En la luz de las farolas se apaga la noche;
Hay dos labios en el asiento de atrás de un coche.

Son grises cenizas las rosas en el florero
Y las palabras están salpicadas de tinta.
En la mesa, ya no puede más el cenicero…
Acabo otra botella; la luna está distinta.

Apoyada sobre el alféizar de la ventana
La luna se peina para hechizar la mañana.

Creo que pasaré esta gélida madrugada
Aliñando cigarros pegado al ordenador
Y cuando llegue el sueño, buscaré una almohada
Entre las lágrimas gastadas por otro desamor.

La soledad crepita en las puertas de madera
Y la luz se oculta en el rugir de la nevera.

Ahora, las nubes se retuercen en el cielo,
Un fino llanto inundan las calles de la ciudad.
Sus sollozos hacen vibrar los cristales de hielo
Y las zigzagueantes balas bajan sin piedad.

Tengo la madrugada incrustada en las costillas;
Maldito cenicero, ya no cogen más colillas.

Derrotado y ahogado en lacios recuerdos rubios,
Voy errante hacía una cama llena de mentiras.
Tengo el amargo del vino rumiando en los labios,
Tengo la suerte de respirar cuando suspiras. 

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