domingo, 31 de julio de 2011

Me sumerjo en el latir de escaparates.


Me sumerjo en el latir de escaparates

Me sumerjo en el latir de escaparates,
En lágrimas bañadas en mil quilates.
Busco la agria soledad de las aceras,
El sinsabor de desgastadas entrañas.
En los rincones malditos de los bares:
Bebo, fumo y ahogo mis negras migrañas.

Balas de whisky resbalan por mis labios;
Tengo el paladar borrascoso de agravios.
Carritos de bebés y noches de alquitrán
Claman venganza en las venas de esta ciudad.
Hay un silencio colgado de las ventanas
Y un gris de antenas que asesinan sin piedad.

Está llorando triste esta noche el cielo;
El viento arde en el recuerdo de tu pelo.
Las horas pasan entre amargas facturas,
En el sello catastral de tu mirada;
Rellanos sin alma espían mi corazón
Cuando vuelvo borracho de madrugada.

Astrosas tropas perfumadas en vino
Erran hacía un ningún mismo destino.
Botines de amargura y chanclas de pena;
Los adoquines están heridos de huellas,
Buscan una huida más allá de la plata,
Del negro iris dilatado en las estrellas.

Y hallo jardines con columpios, tristeza,
Aceras, esquinas rojas y maleza.
Y los rosales cuelgan llenos de espinas,
Sus flores desatan la ira de los faros.
El asfalto se vuelve frágil al alba,
Arden sus carnes con los primeros claros.

El sol sofoca la luna con su rubor
Y el sudor gime al compás del despertador.
Nirvanas de largas piernas con tacones,
Ensueñan con los labios gastados de amar.
Tengo astillas de hormigón entre los huesos;
Estoy cansado de ser naufrago en tu mar.

viernes, 22 de julio de 2011

El viento mece la ropa tendida



El viento mece la ropa tendida

El viento mece la ropa tendida,
La eleva, la arruga y la deja caer.
Las pinzas apenas esperan nada;
Estar ahí sin más, dejarse mecer.


Se retuercen las ventanas blindadas;
Se moldean mares en los cristales.
El sol lucha por besarte en la cama,
Por adornar tus cabellos puñales.


Los recuerdos reclaman un destino;
La vida es dura, tal vez infinita…
La vida, tu vida, mi eterna vida,
Retales de una herida fortuita.


Los pájaros con alma de grafito
Amedrantan con su trinar oscuro
A un cielo cargado de negras nubes
Que se embriagan con aires de futuro.


El firmamento es una cristalera
Ahogada frente a un nocturno espejo,
Un jacuzzi de estrellas doradas
Con un cierto sabor a ron añejo.


Truenan las descarnadas olas del mar,
Besan a los guijarros con su espuma.
El marero se vuelve roja sangre
Que se desliza tras la espesa bruma.

martes, 19 de julio de 2011

Me abrazo al silencio de los buzones.



Me abrazo al silencio de los buzones.

Me abrazo al silencio de los buzones
Rebosantes de ofertas y facturas,
Y el cielo se desploma en los rincones
Donde reinas subastan sus cinturas.


Amo los besos que incendian heridas;
Siento el asfalto trotar por mis venas,
Recorrer cada punto de mis huidas.
Todo escapa detrás de estas sirenas…


Te busco en el crepitar de las puertas,
En madrugadas donde todo es ruido,
Y en el miedo de miradas inciertas
Que sueñan encontrarse en un descuido.


Blancos fusiles revientan sin piedad
En el lavabo de las discotecas,
Y neones adornan la soledad
De corbatas exentas de hipotecas.


En los parques duermen entre cartones
El hambre y el silencio de las farolas;
Los bancos se engalanan de edredones
Tejidos con luz de luna y amapolas.


Un bofetón de férreos cristales;
El dolor se vuelve espeso en la escena.
Trombas marinas arden por carnales
Pupilas de oscura heroína en vena.


Tropel de mariposas de Albacete
Y una espesa fuente de calma roja;
Duermen el día, el trotar y el jinete.
Mañana, esquelas en la primera hoja.


El aliento sudado en las botellas
Que amarga el sabor de la primavera,
Llena de agrias luciérnagas las huellas
De besos marchitos en la escalera.


La soledad de una mesa para dos;
Un trago, otro, un desfile de lágrimas.
Los recuerdos vuelven por todos lados,
Ahora el llanto no ama sin lástimas.


Con dolor carmesí adoro a la luna
Que con su espeso vómito de estrellas
Me eleva al frío plañir de la tuna
Y sacude el negro de las querellas.


Se me escapa la vida en estas rimas
De telediarios y rubias fulanas.
Y me emborracho con las pantomimas;
Omito lo que esconden las ventanas.

sábado, 16 de julio de 2011

Niebla (I)




La madrugada se había vuelto espesa; la niebla se convirtió en una cortina densa que apenas dejaba un margen a la nitidez. Desde el alfeizar de la ventana de mi cuarto, cuando ya estaba acabando mi último cigarrillo, y aunque hacía grandes esfuerzos para mantenerme despierto, pude adivinar el sonido de unos tacones haciendo quebrarse a las dormidas aceras.

El sonido era cada vez más claro, no había duda, era el tronar de unos tacones. El ruido se mezclaba con el blanco, aún mucho más blanco, que me había sorprendido cuando me decidí a regalarme unos minutos de tranquilidad y sosiego.

Después de escuchar el dulce trotar de aquellos pasos, unos segundos, apenas nada, la curiosidad, sobre quien sería la portadora, me había impregnado por completo.

“Seguro que es una rubia preciosa, con un rojo vestido de lentejuelas ceñido a un exuberante cuerpo de tobogánicas curvas, con piernas infinitas”.

Las pisadas callaron, pero sabía que estaba justo delante de mí, o muy cerca. Había perseguido  su rastro sonoro desde el primer momento que lo hube percibido.

sábado, 9 de julio de 2011

Si yo pudiese, si yo pudiera.


Si yo pudiese, si yo pudiera.

Anda, restriégate esas nubes de tormenta,
Deja que se odien los recuerdos  en tus entrañas
Y ama colérica de realidad, sedienta,
Frente a la vida y regálame tus migrañas

Anda, deja pasar a la dilatada aurora
Que acaricia la dulce cresta de los almendros
Cuando todavía  bosteza la primera hora.

El delta de la plata relincha por tus venas;
Tigres ateridos en un sueño de mil lunas
Salvajes adornadas por oscuras melenas
Susurradas en las heridas nanas de cunas.

Y es que amo la intensidad de tus frías noches;
Sueño soñado del letargo acelerado entre
Los faros derrotados del humo gris de los coches.

Un tango asustado en el fondo de las botellas
Y huellas gastadas en linfáticas rojas rimas.
Tú, enferma calma bañada en un charco de estrellas,
Triste alma de noches ahogadas en lágrimas.

Un imberbe Cortázar jugando a la Rayuela
Desde la eterna última inocencia de Pizarnik...
¡Ay! Si yo pudiese ¡Ay! si yo pudiera…