sábado, 16 de julio de 2011

Niebla (I)




La madrugada se había vuelto espesa; la niebla se convirtió en una cortina densa que apenas dejaba un margen a la nitidez. Desde el alfeizar de la ventana de mi cuarto, cuando ya estaba acabando mi último cigarrillo, y aunque hacía grandes esfuerzos para mantenerme despierto, pude adivinar el sonido de unos tacones haciendo quebrarse a las dormidas aceras.

El sonido era cada vez más claro, no había duda, era el tronar de unos tacones. El ruido se mezclaba con el blanco, aún mucho más blanco, que me había sorprendido cuando me decidí a regalarme unos minutos de tranquilidad y sosiego.

Después de escuchar el dulce trotar de aquellos pasos, unos segundos, apenas nada, la curiosidad, sobre quien sería la portadora, me había impregnado por completo.

“Seguro que es una rubia preciosa, con un rojo vestido de lentejuelas ceñido a un exuberante cuerpo de tobogánicas curvas, con piernas infinitas”.

Las pisadas callaron, pero sabía que estaba justo delante de mí, o muy cerca. Había perseguido  su rastro sonoro desde el primer momento que lo hube percibido.

1 comentario:

  1. Galie increíble el clima de esta prosa poética!
    escuché los pasos...
    emily1

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