martes, 29 de marzo de 2011

Como el agudo de un solo de armónica


Como el agudo de un solo de armónica
Si, como el agudo de un solo de armónica,
Así rechinan las bisagras del pasado;
Sangrientas y voraces escupen las dudas
Entre silencios desterrados al pecado.

Dudas, ebrias de noches con cielos robados,
De gramos de desahogo tras las farolas,
De semáforos inertes por sus caderas
Y de heridas ardiendo sobre el rompeolas.

Rebusco en volátiles damas una pasión,
Enjuagando mis miedos sobre el frío sudor,
En las sábanas de tinta de las mañanas
En que el día no es la única fuente de calor.

Al final del ocaso, hallo calladas calles
Que ocultan tras el horizonte su camino,
Que dominan las esquinas del amanecer
Y que se esconden de su futuro destino.

La noche me acecha desde cualquier instante;
El silencio esparce mi adiós por los rincones.
La escarcha es la quimera de los adoquines
Y el fin, el anhelo de mis negros pulmones.

lunes, 14 de marzo de 2011

La paz donde solía dormir se agota


La paz donde solía dormir se agota

La paz donde solía dormir se agota,
Explota en bombas de whisky la soledad
Y en arcadas ácidas por la derrota,
Se llenan de malvas las caras sin edad.
Las madres engendran devueltos bolsillos
Que arderán desnudos a luz de la mañana
Sobre un cadalso de ánimas de cuchillos;
Juicio sobre el jardín de pólvora humana.

La tierra se abre y vacía sus vísceras:
Intestinos rebosantes de mentiras,
Un enfermo estomago lleno de ulceras
Y un ebrio hígado cargado de tristes iras.
Una erupción de sangre coagulada,
Perfumada con la esencia de sus miedos,
Es el vómito gris de la madrugada,
El que aplasta a la luna contra mis dedos.

El sol se desabrocha su camisa de estrellas,
Arañando el horizonte con su sombra;
La piel ardiente de almas de botellas
Y con camas nocturnas que nunca nombra.
La luz es negra y vivo rojo el recuerdo,
El silencio sobre la oscuridad del día;
Y es que este triste mundo no es para el cuerdo,
Sino para aquel que siente su eufonía.

domingo, 13 de marzo de 2011

¿Dónde? ¿Cuánto?



¿Dónde? ¿Cuánto?
En el negro amanecer de una amapola,
En el silencio de las noches desnudas,
En la sombra dormida de una farola
En el no, quizás, tal vez sí de mis dudas
En el despertador de los putos lunes
En el silencio deshecho de otras camas
En la sangre esparcida por los impunes
Y en el amor de viles y caros dramas.

¿Dónde estás que no te veo, no te siento?
¿Dónde me guardo de tus brillantes sombras?
¿Dónde? ¿Dónde está tu melena en el viento?
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde cantan las alondras?                              
Te he buscado sin remedio en esta vida
Te he buscado sin paciencia, con locura,
Sin calma ni miedo, en guerra y sin mesura   
Con la siempre duda eterna de tu herida.

En los amores de sábanas de nada.
En el galopar infausto de las venas.
En el pulmón nocturno de otra mirada.
En el canto dormido de las sirenas.
En el presente escondido en el futuro
En el quebrado cristal de las mañanas
En el estéril silbido de un murmuro
Y en el día esparcido por las ventanas

¿Cuánto más he de esperar para no sufrir?
¿Cuántas noches me quedan aún por perder?
¿Cuánto? ¿Cuánto más me queda por revivir?
¿Cuánto? ¿Cuánto? ¿Cuánto queda aún por arder?
Por el cuentakilómetros de la vida,
Sobre el cruce de las luces de los coches,
Tras la sangre esparcida del bono de ida
Y la oscuridad eterna de las noches…

jueves, 3 de marzo de 2011

Miedo





Miedo

En el fragor de la batalla de mis inconexas neuronas
Contra las perentorias saetas de un nervioso final,
Nunca soy capaz de resolver la inecuación de este presente.
La inconclusa conclusión es siempre un quebrado hálito criminal,
Pero tengo la certeza de que me espera un terco futuro,
Tras las esquinas del tiempo, de la duda que habita en lo oscuro.

Puede que todo sea un sueño, la escarcha de un herido enero.
Puede que todo sea un cuento, el lamento frío de un brasero.
Pero también puede que nada sea como se es o se espera,
Que tenga un toque gris metálico, una inesperada frontera;
Qué sea como el suspiro último de un cigarro que se apaga,
Como esa desazón que navega por el fondo de esta llaga.

¿Por qué sospechar que el dulce tiempo no llega a ningún destino?
¿Por qué afirmar que el triste fin llega cuando se acaba el camino?
Después de todo no existe un instante carente de momento
Ni hay quien dude de la realidad y la evidencia del tiempo
No discuto la verdad, pero la temo como a mis ideas:
Ingratas, liantes, ocultas en la oscuridad de las azoteas…

El atardecer se desmorona sobre mi atenta mirada:
El sol cae, su vergüenza es devorada por la lasciva mar
Y el frío infierno agoniza tras la espumeante marejada.
La enferma luna ya peina sus dorados cabellos de cielo;
Las armadas farolas se desnudan tranquilas y triunfales
Y yo, perdido por mi ser, vuelvo  a caer en mi propio anzuelo.