jueves, 3 de marzo de 2011

Miedo





Miedo

En el fragor de la batalla de mis inconexas neuronas
Contra las perentorias saetas de un nervioso final,
Nunca soy capaz de resolver la inecuación de este presente.
La inconclusa conclusión es siempre un quebrado hálito criminal,
Pero tengo la certeza de que me espera un terco futuro,
Tras las esquinas del tiempo, de la duda que habita en lo oscuro.

Puede que todo sea un sueño, la escarcha de un herido enero.
Puede que todo sea un cuento, el lamento frío de un brasero.
Pero también puede que nada sea como se es o se espera,
Que tenga un toque gris metálico, una inesperada frontera;
Qué sea como el suspiro último de un cigarro que se apaga,
Como esa desazón que navega por el fondo de esta llaga.

¿Por qué sospechar que el dulce tiempo no llega a ningún destino?
¿Por qué afirmar que el triste fin llega cuando se acaba el camino?
Después de todo no existe un instante carente de momento
Ni hay quien dude de la realidad y la evidencia del tiempo
No discuto la verdad, pero la temo como a mis ideas:
Ingratas, liantes, ocultas en la oscuridad de las azoteas…

El atardecer se desmorona sobre mi atenta mirada:
El sol cae, su vergüenza es devorada por la lasciva mar
Y el frío infierno agoniza tras la espumeante marejada.
La enferma luna ya peina sus dorados cabellos de cielo;
Las armadas farolas se desnudan tranquilas y triunfales
Y yo, perdido por mi ser, vuelvo  a caer en mi propio anzuelo.

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