viernes, 2 de enero de 2015

Tragaluz



Tragaluz
Revisar fotos donde la ropa es tu piel
Y darme cuenta que hoy ya no es ayer.

Araño las migajas marchitas de despedidas
Que parecen sacadas de cuentos mortuorios;
Pupilas engalanadas con dudas deslucidas,
Como envites al as de copas de los crematorios.
Una parábola surcada por euclídeas saetas
Corrobora que no es cierta la verdad infinita.
Paráfrasis aceptadas por correctores de metas
Acicalan su variable más constante: la dinamita.
Y es que todo es destrucción y altanería:
Dependencias prescritas del libro de la vida.
Volvemos a principios genéticos sin sentidos,
A la calma soleada de una cama en madrugada.
Todo ello sin saber si eso tiene o no latidos,
O si la analogía del rellano es algo más que la nada.

Después vienen las retrospecciones insondables,
El marchito aleteo de pájaros de mil cabezas
Que se desvanecen en reproches incunables;
A este rompecabezas siempre le sobran piezas.

Sin embargo, luego vuelve la senda dorada,
Esa que las huellas dejan en hileras de tacones,
Como frías culebras eléctricas en espantada.
Creo que a este poema no le caben más tachones.
Las palabras confitadas por promesas carnales,
Son quizás la verdad más próxima a la realidad.
¿Cuestionar el virtuoso azar al deshojar una rosa
O elegir aquella que con certeza nos dé la seguridad?
El dilema es si volver o no a beber de la bilis amorosa.

Abogo por la sinergia del calor de los labios fractales
Que esconde el siempre ardiente monte de Venus,
Pero no es el placer encubierto de los frutales,
Sino la soledad de la dupla entre el yo y el tú
Que rara vez es algo más que el sol por el tragaluz.

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