Tarde sonrojada
La tarde se sonroja al saber que muere.
Supongo que entendió que el tiempo
No es suficiente para volver a tenerte.
Y tú, que atesoras las arenas de mi reloj,
Te empeñas en beber de las clepsidras de dioses
Que olvidan tus iniciales al café del desayuno,
Mientras a mí se me hiela la luna entre las manos,
Viendo en silencio arder las horas entre las nubes,
Las mismas que antes fueron abrigo y hoy sólo destino.
Después, te deslizas silente sangrando mis sueños,
Como quien aviva las ascuas tiritonas de un invierno,
Y la tarde se vuelve a sonrojar.
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