sábado, 22 de enero de 2011

A la tarde




Tengo entre los dientes trozos del tiempo que olvidé, necesitaría un poco de ese que a ti te sobra. Hace ya varias noches que mis rojas pupilas encienden las frías mañanas. Entre las ropas de mi cama me siento protegido, seguro en la oscuridad de mi silencio; fuera, el mundo es demasiado grande para mis fronteras. No recuerdo con firmeza aquello que sueño, pero tengo la certeza de haberte visto, cada madrugada, en alguna escena: un papel secundario, quizás eras el decorado o tal vez la banda sonora de este infinito filme que me atormenta cada vez que profundizo en mi parpadear.
Ahora miro el techo, dibujo sombras con la punta de mis famélicos dedos que destrozaré al alba, cuando penetren por mi persiana los bostezos de un claro sol, diluidos con la furia de los coches y los alaridos de las personas que viven tras estas deshumanizadas paredes ocres…Recordaré el trazo de tu insegura mirada, de tu sensual respirar, de esa lengua de caramelo y, cómo no, de aquellos maravillosos y carnosos labios carmesís que desbordan mis ojerosos océanos de melancolía y eternidad.
Volveré a reconocerme a la tarde, cuando el cielo se humille ante una horda de violentas estrellas y su cuerpo se desplome sobre el horizonte de nuestras vaporosas cabezas rezumantes de propósitos efímeros que se desangran antes de ser siquiera boceto en nuestras mentiras…  A la tarde, siempre igual. A la tarde, siempre tarde, de la tarde que dijiste temprano nunca más…


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