martes, 28 de febrero de 2012

Apuntalo en mi cuenta



Apuntalo en mi cuenta

Acariciaba el viento de poniente las cortinas.
Gélida y triste resbalaba la noche en secreto,
Y nosotros dulcificábamos nuestras espinas
Y brindábamos por un dulce recuerdo obsoleto.

De primero tomaremos caldo de fría luna
Con cuscurrones fritos en aceite de destino.
Y para beber, nos traerá un vino que reúna:
El miedo, el tiempo, la pasión, el adiós y el camino.

Mirabas al horizonte de aquella gran ventana,
Y por tus pupilas se deslizaba una estampida
De húmedas sábanas deshechas en otra mañana
Donde el amanecer no era el final de la partida.

Las cicatrices del oscuro cielo herían al mar
Y las olas se estampaban contra el rictus del faro.
En las calles los anónimos se olvidaban de amar,
Pero siempre miraban las esquinas con descaro.

Yo te hablaba de aquellas cosas que nunca te dije,
Del color de la playa cuando escapan los turistas,
De esa madrugada sin caricia que la cobije,
Del silencio que existe cuando se pierden las pistas.

Bien, de segundo traerá un filete de lujuria
Con guarnición de besos y lamentos confitados.
Y para beber, rica sangre de airada centuria
Derramada en la batalla de dos enamorados.

La luna era una nívea lágrima con figura
De gélida perla náufraga en el fondo del cielo,
Y las nubes plomizas ardían en la espesura
De aquello que ambos recordábamos como su pelo.

Tú nunca jamás dijiste absolutamente nada.
Mirabas sin parpadear, imitabas mis gestos,
Me interrumpías cuando te hablaba de esa alambrada
Que invadí una ígnea noche de besos yuxtapuestos.

Nada, sólo el eco de mi melopea de fondo.
Tu cara gastada se deshacía en esa rabia
Propia de aquellos que se agazapan en el trasfondo
De las historias enfermas de tanta y tanta labia.

¿De postre? Pues la vedad es que ya estoy satisfecho,
Pero nos traerá una rica y dulce macedonia
De lacio cabello de ángel, labios en barbecho,
Y recuerdos sin estabilizantes ni colonia.

¿Pero por qué no me dices nada? ¿Por qué me miras?
¿Y Por qué te quedas hay impasible ante mis esperas?
No sé si podré sostener mucho más mis mentiras,
O si sabré dominar a estas coléricas fieras.

Estalló en una borrasca de cristal de bohemia,
Sus caricias eran como una autopista salvaje
En la que la sangre era una implacable epidemia
Llorando a ambos lados de mi lujurioso peaje.

Pude sentir el miedo a la soledad bajo mis pies,
La voz reservada, quebrada, clavada por mi piel,
El  destello decadente arañando los rodapiés,
La congoja de un trueno regurgitando su propia hiel.

Después, la lluvia enterrada en la cárcel de mi pecho,
Voló como hacen las gaviotas que van hacia el zoco
Y beben en la noche espumosa del frío estrecho
Antes que el sol quiebre sus alas en el siroco.

Ya no hay nada que decir, ni una lágrima en mi boca,
No hay gestos mal interpretados,  ni el dulce sabor
De unos pequeños labios después de la última copa.
Camarero, anote todo esto en mi cuenta, por favor.

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