miércoles, 1 de junio de 2011

Contra las grandes heridas no hay vacuna


Contra las grandes heridas no hay vacuna

Contra las grandes heridas no hay vacuna;
No existe el elixir del total olvido.
Ayer descarnaba una rosa la tuna,
Y hoy se vuelve triste y sola, sin Cupido.

Me sorprenden las negras noches de siempre
Soñando en una cuna de luciérnagas
Bulliciosas que pululan por noviembre
Entre el gélido mármol de mis yagas.

Tantas despedidas en una mirada…
Me declaro culpable de estos, mis versos,
De las sienes que agotan la madrugada,
De encontrarme impreso en perversos reversos.

En el eco de una corporal nevera
Escucho mi voz entre el silencio
Que alimenta el hielo de la primavera
Floreciente de espesos campos de espacio.

De nuevo son las cinco de la mañana,
Me sorprende la blanca luna en mi techo.
Ya se ha vuelto a colar por la ventana
El recuerdo estéril de tu frío pecho.

Años, meses, días, horas y segundos,
Todo lo he perdido entre mis coyunturas.
El tiempo no es un reloj, es un instante;
La vida se fragua en sangrantes facturas.

Y si, es la verdad, no lo negaré jamás,
He hallado en otras pupilas la salida
Que avivaba el fragor de mis agrios dramas
Y hacía arder a las quimeras de mi huida.

Charcos ahogados en desinfectante
Y espinas rezando al rugir de las llamas
Que desgarran el lascivo espasmo amante
De las tormentas que hacen sudar las camas.

Un triste pasillo de dulces lágrimas
Otea un paraíso de ebrias palabras,
Náufragas en un mar de furiosas rimas;
Encabalgamiento de estrofas macabras.

Por mis venas corre un zumo de limón y hiel,
Una amalgama de caricias y besos
Que traspiran por cada poro de mi piel
Y niega el futuro a mis raidos huesos.

Seguiré anhelando frutas prohibidas,
Navegando por mares de posteridad
En busca de playas desiertas de heridas;
Oleaje de labios sin identidad.


1 comentario: