viernes, 15 de abril de 2011

Elegía




Elegía

Están llorando las óhmicas estrellas de la ciudad,
Las lágrimas se deslizan por el aire con su fuego,
Son como fría lava ardiendo en medio de la soledad.

El cielo es una coraza de carmín metalizado
Y truena al compás de los rubios destellos eléctricos
Que desgarran las ropas del último rincón sagrado.

Se agota el mañana en el rincón borrado de los bares,
El humo ahoga las camas cargadas de cicatrices
Y se esconden las caricias en anónimos hogares.

Por mi mirada tiritan las encrespadas aceras,
Van llenando la calle de sucias burbujas doradas
Que estallan en el horizonte oculto tras las fronteras.

Una vertiginosa cadena de hormigón frente al mar
Donde todo son entradas pero ninguna salida,
Llena de caminos que se dirigen a ningún lugar.

Las efímeras calles se tiñen de una dulce bruma
Que oculta los lascivos portales de los edificios;
Celosos amantes se enredan en su jugosa espuma.

Los callejones con estigmas de deshumanización
Salpican sobre vidriosos mares de quemada plata;
Los vertederos esperan sin esperanza su extinción.

Se amasan en amargos el color de las acuarelas
Que descomponen  las infinitas heridas del reloj
Y la función de ese tiempo perdido por las estelas.

Corren por la carretera galopantes lentejuelas
Que incineran a fugaces rabietas del paraíso
Y aletean furtivamente al paso de las gacelas.

Siguen sin destino las melodías del paraíso,
Son turbias bombas cargadas con gotas de nicotina
Explotando sobre agrios cimientos de triunfo remiso.

Las raíces trepan los cielos surcando una salida,
Una salida que no se encuentra en el frío sustrato
De las arterias de esta gran masa de carroña erguida.
          
Y hay oscuras calzadas llenas de intempestivas derrotas
Que deslizan los fluidos de las ardientes despedidas
Pisoteadas por huellas de desterrados patriotas.

Amores veinticuatro horas se disputan las esquinas,
Barrocos templos de puertas colosalmente cerradas
Y desesperados versos que duermen en oficinas.

Los cansados parques son polvo destilado en barrica;
Las rosas se dejan desflorar por hampones zánganos
Que van olvidando limones cuando algo se complica.

Por esta chorrera ya no cabe ni un solo momento,
Ya no hay instantes en que poder seguir soñando despierto,
Ni un puto rincón en el que poder esculpir el viento…

Quizás mañana aparezca el libre celeste en el cielo
Quizás las tempestades se vuelvan a vestir de blanco;
Siempre nos quedarán las astillas de este triste duelo.

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