viernes, 13 de mayo de 2011

Amanece y todo a mí alrededor es escarcha.


Amanece y todo a mí alrededor es escarcha

Amanece y todo a mí alrededor es escarcha,
Una olímpica copa ebria de noche, borracha.
Una coraza de nimbos llena de lágrimas,
Amenaza con aplastar con su mar las calles,
Las sábanas afónicas de furtivas rimas,
Las farolas, el sol de las pupilas, los valles…

En el cristal, el vaho recorre mi retina,
Vítreo recuerdo que agoniza en naftalina,
Y esparce la furia cansada de mi pasado,
De mis huesos roídos por putrefactos besos,
De rubias espuelas ceñidas a mi costado,
Sangrante, herido de oscuros rincones traviesos.

¡Ay! Que dolor de enardecida sangre de inverno,
De este instante tan gastado de destino eterno.
Las nubes ya entonan sus solemnes melodías:
Maltrechos relámpagos, negros truenos vibrantes
 Y un llanto de sudor en celo por mis encías…
Este eterno ahora, me recuerda el último antes.

Se desmoronan las caricias, las madrugadas,
El dolor oculto en las fibras de las miradas,
Y nuestro linfático vino se vuelve amargo,
Agrio, rancio de vacuas palabras con recibo.
Mis polvorientos sueños cotizan con recargo,
Siguen esperando el sentido de esto que escribo.

Las pareces esbozan una ardiente batalla,
Persianas mutiladas por radiantes metrallas.
Las nubes son vencidas por lúcidos fotones,
Por un podrido futuro con final de luna;
Siento este amanecer una guerra de razones,
Tu cara morena y una triste canción de cuna…

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