lunes, 22 de agosto de 2011

A las dos y veintidós de la madrugada


A las dos y veintidós de la madrugada
A las dos y veintidós de la madrugada,
El cielo se desploma sobre mi habitación.
Contra la almohada reviso las heridas
Y la radio se ahoga en otra triste canción.

Por la ventana se cuela un puñal de estrellas
Que tiritan en el negro de mis pupilas.
La cortina se deja amar por las mentiras
De esta agria noche de farolas intranquilas.

La luna chorrea sobre mis tenues versos,
Sobre las palabras manchadas de cenizas
Donde marchito, silencio el quebrado latir
De este conjunto de retales hechos trizas.

Las paredes están repletas de colmillos
Que vigilan el trazo torpe de mis dedos
Cuando acarician la tinta de los recuerdos
Con los que combato mis astillados miedos.

Por mis venas llevo un cabalgar rabioso
De lunas de miel y espinas de infernal carmín
Retorcidas en el polvo de otro triste adiós,
De las mañanas ajenas a que esto es el fin.

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